Sepia
lat. Sepia officinalis
Sepia
Nuestra sepia común (Sepia officinalis) alcanza hasta 60 cm y algo más de 3 kg. Vive en el Mediterráneo, en el Atlántico pero también en otros países marítimos europeos. Desde siempre las sepias eran unas criaturas místicas gracias a su apariencia, poco es decir, extraña, y además de los calamares, no hay criaturas semejantes. No hay animales en este mundo similares a los cefalópodos porque ellos son una rama especial de la evolución, que nos dio unas criaturas extrañas.
Es interesante que las sepias tengan tres corazones, de los que cada uno tiene su función. Los dos sirven para hacer llegar el oxígeno de branquias, mientras que el tercero sirve para hacer llegar la sangre al tejido. Su sangre no contiene hemoglobina sino hemocianina, que utiliza las proteínas basados en cobre. Por eso su sangre es de color azul y no rojo como en la mayoría de otros seres vivos (esto se refiere también a otros cefalópodos). Dado el hecho que su sangre utiliza el cobre en vez de hierro, debe circular con más rapidez para recompensar el hecho que el oxígeno se une mal con el proteína de cobre.
Valor energético y de nutrientes
El valor energético de 100g de la sepia fresca es de 72 kcal/301 kJ de lo que 0,8% de hidratos de carbono, 1,4% de grasas y 14% de proteínas.
Como otros mariscos, la sepia es llena de vitamina B y de ciertos otros. Contiene: vitamina A, C, niacina, riboflavina, B6, B12 y el ácido fólico. Su riqueza tiene influencia en los ingredientes minerales de esta materia: calcio y magnesio, hierra, fósforo, potasio, sodio, zinc, cobre, manganeso y selenio.
La sepia contiene los ácidos grasos poliinsaturados, como el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA). Estas materias tienen una función importante en la disminución del riesgo de enfermedades cardiovasculares porque normalizan la presión arterial alta, disminuyen los triglicéridos en sangre y previenen la coagulación de la sangre y la obturación de las arterias.